
Cuando los datos viajaban por palomas: el caso insólito del internet alado en Sudáfrica
En un mundo donde hoy se habla de 5G, inteligencia artificial y velocidades de conexión que desafían la imaginación, cuesta creer que hace apenas unos años una paloma mensajera superó a un proveedor de internet. Este hecho no ocurrió en la era del telégrafo ni en medio de una guerra mundial, sino en pleno 2009, en Sudáfrica. Lo que parecía una broma tecnológica se convirtió en un símbolo de protesta contra las limitaciones de infraestructura digital en zonas olvidadas por el mercado.
La historia comenzó cuando Winston, una paloma de carreras de once meses, fue equipada con una tarjeta de memoria de 4 GB atada a una de sus patas. El objetivo: transportar físicamente datos desde la empresa Unlimited IT en Pietermaritzburg hasta su sede en Durban, a unos 80 kilómetros de distancia. En paralelo, la misma información comenzó a subirse a través del servicio de internet de Telkom, la principal empresa estatal de telecomunicaciones del país.
El resultado fue tan humillante como simbólico: mientras Winston tardó 2 horas y 6 minutos en completar el trayecto, incluyendo el tiempo de descarga de los archivos desde la tarjeta, la transferencia por internet solo había alcanzado el 4% del total. La empresa decidió hacer público el experimento como una forma de evidenciar lo que muchos usuarios en Sudáfrica ya sabían: el acceso a internet era lento, costoso y profundamente desigual.
La hazaña de Winston no fue un simple truco publicitario. Fue una denuncia en clave tecnológica sobre las brechas digitales que aún persisten, incluso en sociedades que se autodenominan “conectadas”. También fue un recordatorio inesperado de que, a veces, lo viejo no solo funciona, sino que puede derrotar a lo nuevo cuando este último está mal implementado.
Lo más revelador del caso fue la reacción global: medios de todo el mundo cubrieron la historia, desde The Guardian hasta CNN, generando una oleada de presión sobre las autoridades sudafricanas. Aunque Telkom minimizó el evento, el debate sobre la necesidad de democratizar la infraestructura digital quedó instalado.
Hoy, cuando se habla de “tecnología disruptiva”, se suele pensar en avances futuristas. Pero el caso de Winston demuestra que también existe la tecnología disruptiva por contraste, donde el anacronismo revela las fallas del presente. En ese sentido, el vuelo de una paloma se convirtió en una herramienta de crítica más potente que mil discursos sobre innovación.
Y aunque Winston ya no vuela, su legado persiste como uno de los momentos más insólitos —y reveladores— de la historia reciente de la tecnología. Una metáfora alada de lo que ocurre cuando la promesa del progreso no despega al mismo ritmo para todos.

Un partido revolucionario, si en verdad está empeñado en hacer y dirigir la revolución no puede renunciar al legítimo derecho de ser o formar parte de la vanguardia histórica que en efecto haga y dirija la revolución socialista en nuestro país, es de hipócritas decir que se lucha sin aspirar a tomar el poder y mucho más aún si se pretende desarrollar lucha diciendo que no busca ser vanguardia cuando en los hechos se actúa en esa dirección.
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