“El cine no debe ser una celebración de la violencia”: Amos Gitai

Para el celebrado cineasta israelí, el desplazamiento por la guerra, la marginación económica y el urbanismo es el gran síntoma de nuestros tiempos. Con los cambios en la manera de filmar por la llegada de las plataformas, opina, se pierde algo de riqueza sobre la experiencia humana en el séptimo arte.

Con una filmografía de más de 40 películas entre documentales y ficciones, Amos Gitai (Haifa, 1950) es hoy uno de los cineastas israelíes más aclamados en el mundo. Es poseedor de una potente lente crítica sobre la historia de Israel, el pueblo palestino y el resto del Medio Oriente, con argumentos que van de lo más íntimo a lo absolutamente colectivo, sobre el hogar, el exilio, la familia, la identidad, la política y la religión.

Doctorado en Arquitectura pero convertido en cineasta autodidacta, su nombre es habitual entre las selecciones de los más prestigiosos festivales en el mundo, como el de Cannes, donde ha sido serio competidor a la Palma de Oro en al menos media docena de ocasiones. Pero también es un prolífico artista visual cuyas instalaciones y retrospectivas fílmicas han tenido cabida en recintos como el MoMA, en Nueva York; el Tel Aviv Museum of Art, en Israel, o el Centre Pompidou y el Palais de Tokyo, en París.

Su perspectiva fílmica está condicionada por su vida y las de su ascendencia, una madre que nació en 1909, el mismo año de la fundación de Tel Aviv bajo un régimen socialista, mientras que su padre fue un arquitecto de la Bauhaus desplazado por el ascenso del régimen nazi. Mientras que Gitai participó en la guerra de Yom Kipur, en 1973, un suceso que marcó definitivamente su destino como cineasta.

Gran parte de su visión fílmica podrá apreciarse en la Cineteca Nacional a partir del 17 de enero como parte de una amplia retrospectiva organizada en colaboración con la Embajada de Israel, con una destacada selección de 25 filmes fechados entre 1985 y 2020.

En vísperas de abordar su vuelo a la Ciudad de México para encontrarse con el público mexicano, del que no es ajeno, Gitai conversa con El Economista.

Usted tiene un nutrido vínculo con México, ¿se siente cercano a nuestra cultura?

La primera vez que fui a México fue hace mucho tiempo, por ahí de 1978. Entonces estaba haciendo mi doctorado en Arquitectura en Berkeley y para las navidades viajé a México. Primero fui a Mexicali y después viajé a la Ciudad de México y a Cuernavaca para reunirme con el filósofo Iván Illich. En ese viaje también estuve en Oaxaca, San Cristóbal de las Casas y Palenque. Desde entonces he viajado a México varias veces. La visita más reciente fue a Morelia (al festival de cine), hace un par de años, para presentar mi retrospectiva (en 2019). Entonces, podría decirse que sí conozco algo sobre México.

Filmó la guerra en Israel, ha visto frente a sus ojos y su lente los crímenes más atroces. ¿Es una obligación del cine filmar la realidad que le rodea, sin importar lo violenta que pueda ser?

Creo que el cine no debe ser una celebración de la violencia. Claro que hay películas que celebran la violencia, pero yo estoy en contra de eso. Considero que al filmar el verdadero horror de la violencia, se puede convencer al público de no repetirla.

¿Su educación como arquitecto ha definido su estilo fílmico?

Asimilo mi trabajo como un servicio cívico. Siempre trato de construir planteamientos que tengan un equilibrio entre la forma y la narrativa, y para esto me valgo de mi formación como arquitecto, para la construcción de un filme, por ejemplo, para decidir cuándo conviene filmar secuencias largas para permitir la observación del hecho. Hoy en día, este tipo de filmes están confrontados con las presiones económicas que requieren los contenidos de las plataformas, con películas editadas de manera vertiginosa. Considero que la postura de un cineasta no solo está en la narrativa sino en la forma de su cine, porque con esta le permites al público distintos niveles de interpretación.

¿Qué reflexiones tiene sobre la migración y la violencia contra las personas desplazadas?

Sin duda el gran síntoma de nuestros tiempos son precisamente los desplazamientos en todo el mundo, ya sea por la guerra, la marginación económica, la pobreza, la urbanización. El desplazamiento rompe con la cadena de la memoria, de la pertenencia. La gente desplazada tiene que replantear su identidad y mezclar las narrativas de su vida. Yo mismo y mi historia familiar somos resultado de estos procesos.

¿Cómo enfrenta los cambios en la manera de filmar en los últimos años?

Hoy en día observo menos trabajos desafiantes para el público, esto por la gran presión que ejercen las plataformas. Las cintas de los grandes maestros con los que creció mi generación eran muy distintas. Roberto Rossellini, Luchino Visconti, Abbas Kiarostami, por decir los que se me vienen a la mente. Muchos de ellos eran grandes creadores, generaron su propio lenguaje. Pero ahora a los cineastas se les pide que se ciñan a la fórmula y con esto se pierde algo de riqueza sobre la experiencia humana. Lo mismo sucede con el cine que ha dejado de proyectarse en la gran pantalla. Por eso celebro que haya espacios como la Cineteca Nacional, que creo que es la cinemateca más impresionante en el mundo y no estoy exagerando. De ahí que es un gran privilegio que me hayan escogido para presentar mis filmes.

Ciclo de Amos Gitai en la Cineteca:

  • “Esther” (1985)
  • Berlín Jerusalén (1989)
  • Golem: El espíritu del exilio (1992)
  • Golem: El jardín petrificado (1993)
  • Devarim (1995)
  • La arena del crimen (1996)
  • Yom Yom (1998)
  • Kadosh (1999)
  • Kippur (2000)
  • “Edén” (2001)
  • Kedma (2002)
  • Alila (2003)
  • La tierra prometida (2003)
  • “Zona libre” (2005)
  • “La retirada” (2007)
  • Algún día comprenderás (2008)
  • Carmel (2009)
  • Rosas a crédito (2010)
  • Canción de cuna para mi padre (2012)
  • Ana Arabia (2013)
  • Tsili (2014)
  • Rabin, los últimos días (2015)
  • Al oeste del Río Jordán (2017)
  • Un tranvía a Jerusalén (2018)
  • Laila en Haifa (2020)

Detalles sobre la programación.

Quiere filmar en México

El realizador está retomando los proyectos anunciados en 2019, dos de ellos a rodarse potencialmente en México, uno abordará el atentado terrorista sucedido en 1994 contra la Asociación Mutual Israelita de Argentina (AMIA), presuntamente por autoría de Hezbolá. Comparte que ha estado en conversaciones con el director brasileño Walter Salles para que este dirija una cinta basada en la correspondencia de su madre, Efratia Gitai. El realizador aprovechará esta visita al país para retomar conversación con productores establecidos en México sobre estos proyectos.

admin

Un partido revolucionario, si en verdad está empeñado en hacer y dirigir la revolución no puede renunciar al legítimo derecho de ser o formar parte de la vanguardia histórica que en efecto haga y dirija la revolución socialista en nuestro país, es de hipócritas decir que se lucha sin aspirar a tomar el poder y mucho más aún si se pretende desarrollar lucha diciendo que no busca ser vanguardia cuando en los hechos se actúa en esa dirección.

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