El videojuego como archivo de la memoria: cuando jugar es también recordar

Más allá de su función lúdica, los videojuegos se han convertido, con el paso de los años, en poderosos archivos de memoria cultural, social e incluso histórica. No se trata solo de mecánicas ni de gráficos, sino de la manera en que una partida puede contener los rastros de una época, las obsesiones de una sociedad y las heridas de un tiempo. En ese sentido, jugar puede ser también una forma de recordar, de testimoniar, de archivar.

Títulos como This War of Mine nos colocan en la piel de civiles atrapados en medio de un conflicto bélico, basándose en experiencias reales de la guerra de Bosnia. 1979 Revolution: Black Friday nos invita a recorrer Teherán durante la revolución iraní, a través de las decisiones de un joven fotógrafo. Incluso Assassin’s Creed, en su afán por recrear periodos históricos, se convierte en una especie de museo interactivo de la arquitectura y los conflictos de épocas pasadas.

Pero también hay una memoria íntima, casi doméstica. El archivo de una consola guardada en un cajón puede contener la infancia de un jugador. Las partidas grabadas, las decisiones tomadas, los avatares creados, las canciones desbloqueadas o los niveles alcanzados forman un diario silencioso. En los datos de una Memory Card o en los registros en la nube viven fragmentos de vidas cotidianas. Y eso también es historia.

En tiempos donde todo parece fugaz, el videojuego se planta como uno de los pocos medios donde la experiencia no sólo se consume, sino que se construye. Cada jugador modela su versión del juego. Un mundo abierto no es el mismo para quien juega con ansiedad por explorar que para quien juega buscando secretos. Las variables, elecciones y caminos distintos convierten al juego en algo irrepetible: un registro personalizado de vivencias digitales.

Por ello, hablar de videojuegos como archivo de memoria no es exagerado. Como el cine, la fotografía o la literatura, esta forma de arte y entretenimiento también deja huella. No es raro, entonces, que algunos jugadores conserven sus viejas consolas, no por nostalgia vacía, sino por lo que significan: una forma de volver a lugares que ya no existen, de reencontrarse con versiones pasadas de uno mismo, de recordar el tiempo a través del juego.

Y si toda generación tiene sus mitos fundacionales, los videojuegos son ya, para muchos, parte central de ese imaginario. El primer jefe vencido, la música de fondo de una tarde lluviosa, el código que desbloqueaba el mundo oculto… todo eso construye memoria. Una que no se mide en palabras ni en imágenes fijas, sino en movimiento, decisiones y juego.

En un mundo que cada vez olvida más rápido, tal vez sea el momento de mirar a los videojuegos no sólo como entretenimiento, sino como una nueva forma de recordar.

admin

Un partido revolucionario, si en verdad está empeñado en hacer y dirigir la revolución no puede renunciar al legítimo derecho de ser o formar parte de la vanguardia histórica que en efecto haga y dirija la revolución socialista en nuestro país, es de hipócritas decir que se lucha sin aspirar a tomar el poder y mucho más aún si se pretende desarrollar lucha diciendo que no busca ser vanguardia cuando en los hechos se actúa en esa dirección.

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