Encendido en la muralla digital: proyección anti-Partido Comunista irrumpe en China antes del desfile
Una inusual humareda de disenso se alzó en las calles de Chongqing: un hombre, identificado como Qi Hong (43 años), activó de manera remota un proyector para desplegar eslóganes críticos contra el Partido Comunista de China (PCCh) en una torre de la zona de University Town, justo días antes de que Xi Jinping encabezara el masivo desfile militar del 3 de septiembre de 2025. Reuters+2Hindustan Times+2
El proyector proyectó frases de alto voltaje como “Sólo sin el Partido Comunista habrá una nueva China”, “Abajo el fascismo rojo, derrotemos la tiranía comunista” o “Libertad no es un regalo, hay que recuperarla”, las cuales permanecieron visibles durante aproximadamente 50 minutos hasta que la policía acudió al hotel donde se encontraba el equipo, y descubrió la habitación vacía con una carta de presión al régimen. China Digital Times (CDT)+1
Este acto adquiere relevancia por tres razones clave:
Primero, por su contexto. Ocurrió en la víspera del gran desfile militar con el que China conmemoraría su victoria sobre Japón y reafirmaría ante el mundo la figura de Xi Jinping. Wikipedia+1
Segundo, por su método. No se trató de una marcha multitudinaria –improbable en el entorno chino– sino de una forma híbrida de protesta: un acto de desobediencia simbólica, solitario, digital-urbano, que aprovechó la tecnología para sortear barreras tradicionales de activismo. Hindustan Times+1
Tercero, por su mensaje y quién lo realiza. El autor, procedente de un contexto de migrante y trabajador informal en el sur del país, dejó claro que la motivación era llamar la atención sobre la educación patriótica obligatoria, la vigilancia estatal y la falta de canales de expresión en el interior de China. Reuters
Impacto y reflexiones
• La difusión de los videos del acto alcanzó decenas de millones de visualizaciones en redes occidentales (más de 18 millones en la plataforma X en un par de días). Reuters
• Aunque la acción duró menos de una hora y no derivó en un movimiento amplio inmediato, representa una señal simbólica importante: aun bajo el rigor del aparato de control chino, emergen formas de protesta menos convencionales que desafían la narrativa oficial.
• Para el alumno y analista de relaciones internacionales, este episodio invita a preguntarse: ¿hasta qué punto los sistemas autoritarios pueden contener o prevenir íntegramente expresiones individuales de disenso en la era digital? ¿Qué alcance real tienen actos simbólicos tan micro-localizados pero globalmente virales?
• En el marco latinoamericano, puede ser útil contrastar esta forma de protesta con aquellas que se producen en contextos democráticos o híbridos, explorando los límites de lo permisible, las tecnologías utilizadas y las cadenas globales de solidaridad que pueden suscitar.
Aunque el episodio en Chongqing no modifica drásticamente las dinámicas políticas en China, funcionar como detonador de conversación sobre vigilancia, poder simbólico y tecnología lo convierte en un caso de estudio interesante para ver cómo varía la protesta en un mundo hiperconectado donde el «escenario físico» puede ser complementado por «escenarios proyectados».
Un partido revolucionario, si en verdad está empeñado en hacer y dirigir la revolución no puede renunciar al legítimo derecho de ser o formar parte de la vanguardia histórica que en efecto haga y dirija la revolución socialista en nuestro país, es de hipócritas decir que se lucha sin aspirar a tomar el poder y mucho más aún si se pretende desarrollar lucha diciendo que no busca ser vanguardia cuando en los hechos se actúa en esa dirección.
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