
Entre la magia y el desastre: lo que distingue una gran adaptación live action de una que nunca debió hacerse
El cine contemporáneo vive una era de reciclaje. Las adaptaciones live action de clásicos animados se han convertido en una apuesta constante de los grandes estudios. Algunas logran reinterpretar con frescura las historias que nos marcaron en la infancia; otras, en cambio, terminan por profanar su legado. ¿Qué hace la diferencia? Dos casos recientes lo ejemplifican con claridad: Cómo entrenar a tu dragón y la fallida Blancanieves de 2024.
El próximo estreno de Cómo entrenar a tu dragón en su versión con actores reales ha generado expectativa… pero también confianza. ¿Por qué? Porque desde su concepción, esta adaptación ha demostrado entender que no se trata de copiar plano por plano la película animada, sino de conservar su esencia: el crecimiento emocional de Hipo, la relación simbiótica con Chimuelo, y el descubrimiento de la empatía en un mundo de conflicto. La producción ha apostado por un tono maduro sin perder el encanto original, con un diseño de producción que respeta la estética vikinga pero añade capas de realismo que la animación no podía explorar por completo. Aquí no se trata de “traer al mundo real” algo mágico, sino de recordar que lo mágico también puede ser creíble.
El caso opuesto es el de Blancanieves (2024), una adaptación que nació con el pie izquierdo. Más que reinterpretar el cuento clásico, la película pareció obsesionada con corregirlo, despojándolo de sus elementos simbólicos y simplificando a sus personajes en función de discursos contemporáneos que, más que enriquecer, terminaron por aplanar el relato. La decisión de eliminar a los enanitos y reemplazarlos por “personajes diversos” fue tomada sin una propuesta narrativa sólida, lo que transformó el gesto en una jugada de marketing vacío. Blancanieves ya no era la figura de pureza e ingenuidad frente al poder corrupto, sino un personaje desdibujado, atrapado entre la corrección política y la falta de dirección estética.
Esta comparación revela algo crucial: una buena adaptación no es la que intenta ser moderna a cualquier costo, sino la que entiende por qué el material original funciona y cómo puede dialogar con el presente sin traicionarlo. Cómo entrenar a tu dragón parte de una historia construida desde la emoción, y su versión live action la expande; Blancanieves, en cambio, intenta rehacer una obra maestra desconociendo su contexto, su simbolismo y su peso cultural.
Adaptar no es rehacer, es reinterpretar con respeto y visión. El cine no necesita más versiones vacías de cuentos que ya conocemos. Necesita miradas frescas, capaces de ver lo que aún no hemos visto… incluso en las historias que creíamos agotadas.

Un partido revolucionario, si en verdad está empeñado en hacer y dirigir la revolución no puede renunciar al legítimo derecho de ser o formar parte de la vanguardia histórica que en efecto haga y dirija la revolución socialista en nuestro país, es de hipócritas decir que se lucha sin aspirar a tomar el poder y mucho más aún si se pretende desarrollar lucha diciendo que no busca ser vanguardia cuando en los hechos se actúa en esa dirección.
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