Hélène Smith, la medium que aseguraba que se comunicaba con los marcianos

Siglo XIX. En pleno auge del espiritismo, una mujer aseguraba contactar con algunos personajes célebres ya fallecidos, como Cagliostro. Sus “canalizaciones” llamaron la atención de Théodore Flournoy, pionero de la psicología experimental. Motivado por su interés por los fenómenos parapsicológicos, el médico decidió conocer a la mujer. Su nombre era Catherine Élise Müller.

Este era el verdadero nombre de la médium, nacida en la Suiza francófona el 9 de diciembre de 1861. Pasó su infancia en Ginebra con sus padres, ambos protestantes, aunque la pequeña fue bautizada según el rito católico. El padre de Catherine era un comerciante húngaro que dominaba cuatro lenguas – alemán, francés, italiano y castellano – además de su idioma original. Desde luego, esta circunstancia sería bastante importante a la hora de interpretar los dones mostrados por la chica, a quien Flournoy atribuía un claro caso de glosolalia, que la llevó a usar un lenguaje ininteligible con el que aseguraba comunicarse con los habitantes de Marte.

Se desconoce a ciencia cierta cuándo comenzaron a manifestarse las extrañas habilidades que la mujer se atribuía, pero sí que decía experimentar con ellas desde que tuvo uso de razón. El ambiente familiar era enrarecido a causa de estos episodios, que en un principio no fueron aceptados por el padre, pero sí por la madre, que tenía fuerte tendencia a creer en lo increíble, sobre todo en lo tocante a las premoniciones. Incluso se señala que uno de sus hermanos tenía experiencias similares, como señaló Flournoy años después.

De carácter tranquilo y solitario, Catherine contaba sus visiones a la familia. En ellas veía colores y paisajes desconocidos, que luego reconoció como lugares radicados en el planeta rojo. También visionaba palabras francesas en los que algunos caracteres se desdibujaba y eran sustituidos por una grafía desconocida, base que luego utilizó para crear su lengua marciana. Algunos episodios eran acompañados de movimientos involuntarios, además de alucinaciones auditivas. Su familia sentía que estos eventos protegían a la niña de peligros inminentes. Flournoy llamó a esos movimientos “automatismos teleológicos”.

El ciclo marciano y el ultra-marciano

A la edad de trece años, Hélène Smith comenzó a trabajar en una tienda de sedad, donde permanecería durante muchos años. Acompañada de sus constantes visiones y alucinaciones como las descritas anteriormente, aun desconocía las virtudes del espiritismo. Siempre aseguró tener facultades psíquicas, tanto a Flournoy como a sus seguidores y creyentes, pero lo cierto es que fue en 1891 cuando comenzó a rondar por su cabeza la idea de iniciarse en ese mundo, dando finalmente el paso en septiembre de 1892. Sus credenciales eran las ya conocidas, además de sus contactos con ilustres fallecidos como Cagliostro o Víctor Hugo. Su mediumnidad se manifestaba de forma triple, tal como pensaba Flournoy: alucinaciones visuales o auditivas y rapto de espíritus, con los archiconocidos golpes en una mesa, espectáculos que hacían las delicias de incontables curiosos y creyentes. Prácticamente podemos imaginar a la suiza sufriendo arrebatos, mientras aseguraba ser una reencarnación de María Antonieta o hablaba con determinado espíritu. Esos “servicios”permitían a las familias comunicarse con un ser querido ya muerto, revelar una existencia anterior de algún visitante o dar consejos sobre vida y salud. A pesar de lo que se pueda pensar, lo cierto es que no sacó rendimiento económico de su labor espiritista, aunque quizá no faltara cierto deseo de notoriedad.

Catherine tenía incluso un guía espiritual, ni más ni menos que Guiseppe Balsamo, el ya mencionado Conde de Cagliostro. En esta ocasión, esa entidad decía llamarse Leopold, un espíritu que ya había disfrutado de muchas reencarnaciones anteriores, incluyendo la del gran ocultista y mago. ¿Cómo actuaba este Leopold? En los trances de su canalizadora, era el intérprete de algunas de las visiones más extrañas que vivía la mujer.

Aun faltaba el último ingrediente del cóctel que lanzó a la fama a Catherine Élise Müller: el propio Théodore Flournoy. Oyó hablar de ella a través de Auguste Lemaitre, profesor de Ginebra que le invitó a una sesión acaecida el 9 de diciembre de 1894. Buscador de fenómenos extraños, no dudó en aceptar y posteriormente acercarse a la mujer para estudiar su caso, por el que se sintió súbitamente fascinado. Fue por iniciativa suya que Catherine pasó a ser conocida como Hélène Smith, el pseudónimo por el que la médium sería conocida desde entonces, gracias sobre todo a la pequeña hija del médico – llamada precisamente Hélène –, que supo ganarse su cariño.

Ambos comenzaron a trabajar juntos para tratar de aclarar el origen de las facultades exhibidas por la médium. Flournoy se convenció de la posible veracidad de las mismas tras oír de boca de su interlocutora datos familiares que en teoría no debía saber. Esto fue denominado como “criptomnesia”, proceso mediante el cual una persona recuerda eventos pasados y los cataloga como nuevos o vividos por otra persona, una especie de “plagio involuntario” en el que se usa algo que se guarda en la memoria sin ser consciente de ello.

Lógicamente, Flournoy indagaba sobre la posible flaqueza mental de Hélène. Pero le sorprendió la fuerza y la tenacidad que mostraba. Su actitud tranquila y jovial contrastaba fuertemente con la histeria mostrada por otras personas con patologías mentales. Es más, los episodios mediúmnicos sufridos por Smith le parecían beneficiosos, especialmente en lo tocante a su memoria, pues presentaba un cuadro de hipermnesia o aumento notable de la memoria. En las sesiones, el médico realizó pruebas de sensibilidad al dolor, fuerza muscular o de hipnosis, para probar las capacidades de Smith, que parecían evolucionar según pasaban los años, llegando incluso a producirse ciertos “trances totales” de los que la médium no guardaba recuerdo alguno una vez finalizados. Las visiones y descripciones de Hélène también cambiaron, siendo cada vez más complejas y ricas en detalles. Flournoy las bautizó como “romances subliminales”, que fueron catalogados en ciclos o temáticas principales, siendo el más interesante el ciclo marciano.

¿Qué era el ciclo marciano exactamente? Hélène Smith decía tener visiones sobre Marte desde pequeña. En ellas veía paisajes, personas, animales y vegetación. Todo un planeta vivo que describía resueltamente y que llegó a plasmar en una serie de dibujos para Flournoy. Las alucinaciones se sumaban a trances en los que apareció un lenguaje extraño, que la suiza aseguraba que era usado por los habitantes del planeta rojo. La escritura automática reveló la extraña grafía supuestamente usada por esta civilización., que captó inmediatamente la atención de su acompañante.

Desde el primer momento, Théodore tenía bastante claro que había una explicación perfectamente racional para aquellas extrañas palabras. El lingüista suizo Ferdinand de Saussure le ayudó a descifrar las claves de la grafía, y entre ambos llegaron a una conclusión convincente. Si bien Saussure sostenía que era un idioma totalmente nuevo pero basado en el francés, Flournoy señalaba que era una reconstrucción de ese idioma a través de la glosolalia. ¿Veredicto? Se trataba de un idioma imaginario.

A pesar de haber resuelto este entuerto, la innovación de Smith fue aun más lejos con la llegada de un nuevo ciclo presente en sus sesiones. Fue denominado como ciclo ultra-marciano, con un nuevo lenguaje incluido. Las visiones sobre Marte se volvieron diferentes, con nuevos habitantes de apariencia más grotesca y dura que los anteriores. La aparición de esta nueva categoría podría responder a una respuesta inconsciente de Hélène a los avances de Flornoy o a su propio deseo de hacer o crear un Marte más sugestivo tanto para los demás como para sí misma.

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Un partido revolucionario, si en verdad está empeñado en hacer y dirigir la revolución no puede renunciar al legítimo derecho de ser o formar parte de la vanguardia histórica que en efecto haga y dirija la revolución socialista en nuestro país, es de hipócritas decir que se lucha sin aspirar a tomar el poder y mucho más aún si se pretende desarrollar lucha diciendo que no busca ser vanguardia cuando en los hechos se actúa en esa dirección.

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