
La obsolescencia programada: el secreto sucio de la tecnología moderna
Vivimos rodeados de dispositivos que prometen hacernos la vida más fácil, rápida y conectada. Pero hay una verdad incómoda que pocos consumidores se detienen a pensar: ¿por qué nuestros celulares, laptops o audífonos dejan de funcionar justo cuando parecen seguir siendo útiles? La respuesta tiene un nombre que incomoda a la industria: obsolescencia programada.
Este término, acuñado en el siglo XX, hace referencia al diseño intencional de productos con una vida útil limitada. No se trata de que las cosas se desgasten naturalmente. Se trata de que están hechas para fallar, volverse incompatibles o parecer viejas… y obligarte a comprar algo nuevo.
Un mecanismo silencioso pero omnipresente
Desde actualizaciones de software que ralentizan tu celular, hasta impresoras que dejan de funcionar después de cierta cantidad de páginas, la obsolescencia programada es parte de la estrategia de muchas grandes compañías para mantener el ciclo de consumo activo.
Apple, por ejemplo, ha sido acusada —y multada— por reducir el rendimiento de modelos antiguos con nuevas versiones de iOS. Aunque argumentó que era para “proteger la batería”, el trasfondo era claro: empujar a los usuarios a cambiar de dispositivo. Y no es la única. Marcas de electrodomésticos, automóviles, ropa tecnológica o televisores hacen lo mismo: limitar actualizaciones, usar materiales de corta duración o dificultar la reparación.
El derecho a reparar: una resistencia que crece
Frente a este modelo de consumo acelerado, ha surgido un movimiento global: el right to repair o derecho a reparar. Grupos de usuarios, activistas y hasta legisladores exigen que las empresas permitan reparar sus dispositivos sin restricciones absurdas. ¿Por qué una batería debe estar soldada? ¿Por qué no se venden piezas de repuesto? ¿Por qué abrir tu propio teléfono anula la garantía?
En países como Francia, ya se obliga a las empresas a indicar el grado de reparabilidad de sus productos. En EE.UU. y la Unión Europea, el debate ha llegado a los congresos. Y no es solo una cuestión de derechos del consumidor, sino también ambiental: millones de toneladas de residuos electrónicos se generan cada año por productos diseñados para morir jóvenes.
El problema no es técnico, es político
La tecnología moderna tiene la capacidad de durar mucho más de lo que nos dicen. Un celular de hace 5 años puede seguir funcionando sin problemas. Una laptop puede durar una década si se le permite cambiar su batería o actualizar su disco duro. El problema es que la economía digital no está basada en la durabilidad, sino en la renovación constante.
La obsolescencia programada no es una falla del sistema: es el sistema. Y mientras no se cuestione ese modelo, seguiremos atrapados en una rueda de consumo que vacía nuestros bolsillos, contamina el planeta y nos hace depender de aparatos frágiles con fecha de caducidad escrita en código binario.

Un partido revolucionario, si en verdad está empeñado en hacer y dirigir la revolución no puede renunciar al legítimo derecho de ser o formar parte de la vanguardia histórica que en efecto haga y dirija la revolución socialista en nuestro país, es de hipócritas decir que se lucha sin aspirar a tomar el poder y mucho más aún si se pretende desarrollar lucha diciendo que no busca ser vanguardia cuando en los hechos se actúa en esa dirección.
Ver másEn los últimos años, la inteligencia artificial generativa (IAG) ha revolucionado múltiples industrias, desde la creación de contenido hasta la …
A mediados del siglo XIX, el mundo presenció una transformación radical con la llegada del telégrafo eléctrico, un invento que …
En diciembre de 1947, en los laboratorios Bell de Nueva Jersey, un grupo de jóvenes ingenieros liderados por John Bardeen, …