Los OVNIs de la Guerra Civil Española

Faltaban aún diez años para que la llamada “era moderna” de los OVNIs diera comienzo en 1947, con el famoso avistamiento de Kenneth Arnold sobre el monte Rainier. Sin embargo, extraños objetos voladores y sus tripulantes surcaban ya nuestros cielos, mientras España se veía envuelta en una guerra civil. Soldados nacionales y republicanos se preguntaban que eran aquellos extraños artefactos sin identificar.

Hay multitud de testimonios que mencionan este tipo de objetos a principios del siglo XX y mucho antes, cuando nadie mencionaba aún los platillos volantes. No hace falta aclarar que la generación a la que le tocó vivir aquella guerra no conocía la ciencia-ficción, tenía otros problemas más graves de los que preocuparse. Los archivos ufológicos guardan varios casos en los que los testigos se encontraron cara a cara con un fenómeno que oficialmente aún no había nacido. Evidentemente, el material fotográfico es escaso, la casi totalidad de los relatos se basan en los testimonios de los testigos, cotejados con entrevistas y datos de filmotecas y hemerotecas, acompañados en escasas ocasiones de fotografías.

El 17 de agosto de 1936, la isla de Mallorca se había convertido ya en uno de los escenarios de la guerra civil, en la fortaleza de Pollensa se encontraba destacado un grupo de unos 80 soldados y varios oficiales del bando nacional. El día anterior se había producido una lucha con las fuerzas republicanas, que llegaron hasta la costa mallorquina mediante submarinos por el lado opuesto al puerto. Por aquel entonces, el pintor argentino Roberto Ramaugé vivía en las Islas Baleares, la noche siguiente al combate se encontraba en una terraza junto a otras personas observando el Mediterráneo.

Todos los allí presentes miraban atentos el mar y el cielo, ya que se esperaba un nuevo ataque, Ramaugé y sus acompañantes se percataron de la presencia en el cielo de tres objetos voladores muy brillantes, como a unos 3000 metros de altura. El pintor escribió en su diario: “Creímos que eran nuevas armas aéreas que la Alemania nazi enviaba a los ejércitos de Franco”. Sin embargo los tres artefactos que sobrevolaron el cielo mallorquín no tenían nada que ver con los aviones convencionales de la época. Su forma recordaba a la de un plato, que se desplazaba por el aire y despedían una luminosidad formidable. Los OVNIs volaban a una velocidad asombrosa y los testigos los vieron desaparecer rápidamente en dirección Sur.

En la madrugada del 2 de octubre de 1936, viajaban en coche desde el cuartel general de las tropas nacionales en Burgos, con destino a Biarritz, Valentine Williams, novelista y combatiente en la Primera Guerra Mundial, el torero Fernández de Arzabal y Neil O´Malley Keyes. Cuando se encentraban a unos 120 Km de San Sebastián (España), sobre las 4:20h de la madrugada, vieron en el cielo algo extraño que les llamó la atención.

Un extraño objeto surcaba el cielo, apareciendo de detrás de una montaña cercana, en un primer momento Williams lo asemejó a un proyectil. El objeto se desplazaba a gran velocidad, estaba situado a la izquierda del vehículo, en dirección norte. De pronto se convirtió en una llama de color naranja, Williams (que era quien conducía) paró el motor del coche con la intención de escuchar algún sonido, pero no oyeron nada. Al llegar a su destino, relataron con detalle lo que habían visto. Más tarde, Tom Dupree (miembro del consulado británico en Hendaya) le contó a Valentine Willians que vió el mismo objeto a 48 Km de Hendaya.

El siguiente testimonio lo relató uno de los soldados del batallón que defendían la posición de Peñón de la Mata, en Granada, el 5 de febrero de 1938. El cielo esa mañana estaba completamente limpio, el testigo (combatiente de la brigada 76, con iniciales J.M.N) y sus compañeros se percataron de algo anormal en el cielo, como a unos 200 metros de altura. Un objeto con forma de “sombrero mexicano”, de color parecido a algo metálico, pero sin brillo. Como el objeto volaba muy despacio, pudieron observarlo bien cuando llegó a su altura.

La siguiente descripción la relató J.M.N. a un periodista del diario ABC:

 

“Visto desde abajo tenía la forma de una rueda de carro. El centro era algo parecido a la lente de una máquina fotográfica, parecía que estaba muy metida dentro la lente”.

 

Cuando el objeto estaba muy cerca, justo encima de su cabeza, J.M.N. pudo ver unas ventanas negras con forma curva alrededor del objeto.

Su relato continuaba:

 

“Del objeto salía una especie de vapor por los laterales, parecía que tuviese una cola pequeña por detrás, parecía que giraba sobre sí mismo, en dirección contraria a las agujas del reloj”

 

El OVNI llevaba trayectoria Norte-Sur, al pasar a la altura de los soldados dejaron de observarlo, la situación en el frente no les permitía distraerse mucho más. Lógico por otro lado, bastante observaron estando donde estaban y haciendo lo que estaban haciendo.

Tan sólo cinco meses después del avistamiento de Granada, otros militares iban a ser testigos en Guadalajara de un suceso igual de increíble. Los testigos (un teniente y su asistente) descendían por una vaguada situada en la población de La Alcarria, el 25 de julio de 1938. Una fuerte luz blanca llamó su atención, egundos después la luminosidad se apagó y apareció un objeto con forma de disco, de unos 11 metros de largo y 5 metros de alto.

El disco se encontraba a unos 60 metros de ellos y estaba suspendido en el aire a unos 2 metros del suelo. Los testigos lo describieron como “dos platos unidos por su parte convexa, separados por una línea de color oscuro”. Del OVNI bajaba de su parte inferior una especie de columna, la cual parece que sujetaba dos seres (personillas bajitas dijeron los testigos). Del objeto comenzó a salir una luz azul, dibujando un circulo en el suelo, el cual se iba desplazando dirección a los dos testigos, cuando el círculo de luz los alcanzó, sintieron mucho frio. A los pocos minutos, la luz se apagó y la columna de la parte inferior del objeto se elevó en absoluto silencio. En ese momento los testigos creyeron observar como las “dos mitades” del artefacto empezaban a girar, cada una de ellas en dirección contraria a la otra. El disco comenzó a emanar un fuerte brillo de color blanco, ascendiendo a gran velocidad y desapareciendo en el firmamento.

Mariano Melgar (por aquel entonces un niño de siete años) había sido enviado por sus padres al pueblo de Muñico, en Ávila, para alejarlo de los horrores y el peligro de la contienda. En el verano de 1938, durante una mañana en la que el niño se encontraba con el ganado, tuvo lugar el increíble suceso:

Mariano contaba: “Yo cuidaba de algunas de las vacas de mis familiares, aquella mañana, a eso de las doce, salí del pueblo en dirección a un monte próximo, situado a dos o tres kilómetros de Muñico. Llegué al bosquecillo y me senté entre los árboles, entonces empecé a escuchar un zumbido que atronaba los oídos. Miré al cielo y descubrí un destello luminoso en mitad del cielo. Se trataba de un aparato redondo, lanzaba destellos como de plata. Bajó muy cerca del linde del bosquecillo y se posó en tierra. Me refugié tras uno de los árboles y me dediqué a espiar”.

Melgar observó con detenimiento un objeto redondo, de unos 15 o 20 metros de diámetro y que tenía una especie de cúpula en su parte superior. En la parte inferior del objeto tenía varias patas que sostenían al artefacto, alrededor de la “nave” había decenas de luces de colores que se encendían y apagaban rítmicamente. Se abrió una puerta y salió una especie de rampa, por la que aparecieron tres hombres:

 

“Apenas habían pasado unos segundos cuando vi aparecer por la puerta a tres hombres, uno se quedó junto a la rampa y los otros dos se alejaron unos cinco o diez metros. Los dos hombres que se alejaron medirían casi igual que la puerta por la que salieron, unos dos metros, el otro era mucho más bajito que ellos. Los dos hombres altos se pusieron a coger cosas del suelo, entonces me dirigí hacia el objeto y cuando estaba a unos cinco metros, el hombrecillo más bajito me lanzó un destello que me tiró al suelo. Me asusté y me escondí entre los arboles”.

 

Mariano cuenta que intentó por segunda vez acercarse al objeto, recibiendo la misma respuesta del “señor bajito”. Los dos “señores altos” volvieron al objeto con un paso muy lento, uno de ellos mirando hacia donde estaba Mariano, levantó el brazo y le saludó. “Escondido entre los arboles terminé de ver el despegue de aquel objeto. Primero entró la rampa y seguido se cerró la puerta. Entonces, en segundos, el aparato comenzó a subir hasta unos 50 o 100 metros. Giraba como las peonzas, por debajo se veían muchas luces de colores y se alejó en dirección a Barco de Ávila”.

Hasta aquí el relato del muchacho, que durante cuarenta años había permanecido en el más absoluto silencio. Al igual que en los casos anteriores, el testigo identificó a los tripulantes y su aeronave como “uno de los aviones de Franco” ¿Qué otra cosa podía ser?

 

Años más tarde comentó: “Hoy sé que aquello no podía tener ninguna relación con nuestra guerra, eso no fue un avión, ni nuestro ni de nadie”.

 

En mayo de 1939, varios vecinos de la alquería cacereña de Horcajada, se vieron sorprendidos por la inesperada visita de un ser de apariencia humanoide, provisto de piernas de metal y que se dejó ver en varias ocasiones. Una de las testigos, Adelaida Rubio, aseguró que la entidad (pues no sabían cómo llamarlo) aparecía justo después de un gran destello, tenía un aspecto extraño y caminaba a grandes zancadas y de forma torpe.

Poco después, en el verano de 1939, varios niños que cuidaban ganado en Zahara de los Atunes, en Cádiz, observaron un objeto volador de unos 18 metros de diámetro. Cuando el OVNI los sobrevoló a baja altura, tuvieron una sensación de calor. El objeto aterrizó a unos 30 metros de ellos, levantando una gran polvareda. Después se abrió una puerta de la que salieron dos seres, uno alto y otro bajo y grueso, con una especie de linterna iluminaban los alrededores a pesar de ser mediodía. Tras alejarse unos 20 pasos del OVNI, dieron la vuelta y entraron en él. El encuentro había durado unos 15 minutos.

Mientras España intentaba rehacerse tras los horrores de la guerra, los avistamientos y aterrizajes continuaron sucediéndose por toda la geografía española. Los casos anteriores a 1947 se cuentan por decenas. Quién sabe cuántos encuentros habrán permanecido ocultos, guardados para siempre en la memoria de sus protagonistas.

De una forma u otra, estos avistamientos que precedieron al de Arnold, demuestran que los OVNIs ya surcaban los cielos cuando aún nadie había publicado las palabras “platillos volantes”.

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Un partido revolucionario, si en verdad está empeñado en hacer y dirigir la revolución no puede renunciar al legítimo derecho de ser o formar parte de la vanguardia histórica que en efecto haga y dirija la revolución socialista en nuestro país, es de hipócritas decir que se lucha sin aspirar a tomar el poder y mucho más aún si se pretende desarrollar lucha diciendo que no busca ser vanguardia cuando en los hechos se actúa en esa dirección.

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