No hay civilizaciones extraterrestres y los científicos te dicen por qué
En 1961 la Academia Nacional de Ciencias, la organización científica más prestigiosa de EE UU, subvencionó un pequeño encuentro en el National Radio Astronomy Observatory (NRAO) en un intento por dar alguna respuesta a la paradoja de Fermi. Entre los participantes estaba Frank Drake, un joven radioastrónomo que un año antes había usado uno de los radiotelescopios del NRAO para localizar posibles emisiones de radio extraterrestres. Queriendo centrar las discusiones con algo parecido a un principio general, Drake presentó la ecuación que hoy lleva su nombre, con la que intentaba cuantificar el número de civilizaciones que existen en el universo. En esencia se trata de una multiplicación en la que intervienen siete factores, que van desde la fracción de estrellas que tienen planetas a la fracción de civilizaciones inteligentes que desean comunicarse con el resto de la Galaxia. Ciertamente no cumple su objetivo, pero como dijo la científica de SETI Jill Tarter lo que nos enseña la ecuación de Drake es “una maravillosa forma de organizar nuestra ignorancia”. Que es muy grande pues desconocemos el valor de todos los factores menos del primero, el ritmo de formación de estrellas en la Galaxia.
¿Tiene valor la ecuación de Drake?
Una cosa debe quedar clara; la ecuación de Drake es un ejercicio de probabilidad subjetiva: dos personas con diferente conocimiento, experiencias y creencias pueden asignar valores muy diferentes a un mismo factor porque, ¿cómo hacer una estimación razonablemente ajustada de la fracción de planetas donde la vida inteligente ha desarrollado una tecnología e intenta comunicarse? En este buffet libre de cifras resulta evidente que a los que piensan que la vida rezuma por los cuatro costados del universo les salga del orden del millón de civilizaciones en la Galaxia, mientras que a los escépticos les salga solo una, la nuestra. Como dijo el historiador de la astronomía Steven J. Dick, “quizá nunca en la historia de la ciencia se ha pergeñado una ecuación en la que sus valores difieren en 8 órdenes de magnitud… cada científico parece que coloca en ellos sus propios prejuicios y creencias”. Curiosamente muy pocos científicos han juzgado la ecuación de Drake como inútil e insustancial; entre esos pocos está el Premio Nobel de Medicina Joshua Lederberg que la calificó como ‘hocus pocus‘ (el análogo inglés a nuestro ‘abracadabra’). A pesar de todo, esta ecuación ha mantenido su fuerza a lo largo del tiempo y, con distintas modificaciones, ha presidido el pensamiento de aquellos que buscan civilizaciones extraterrestres.
Sanders, Drexler y Ord: distribuciones de probabilidad
El último intento de hacer algo de ciencia con ella se produjo en 2018, cuando los investigadores Anders Sandberg, Eric Drexler y Toby Ord del Future of Humanity Institute de la Universidad de Oxford, publicaron su artículo titulado ‘Dissolving the Fermi paradox‘. En él propusieron un modelo matemático que incorpora las incertidumbres científicas actuales que afectan a los diferentes términos de la ecuación. “Si se reemplazan las estimaciones puntuales dadas para cada factor por distribuciones de probabilidad que reflejan el conocimiento científico actual, no encontramos ninguna razón para estar seguros de que la Galaxia (o el universo observable) contenga otras civilizaciones”. Es decir, que la famosa ‘pérdida de espacio’ que decía Jodi Foster en la película Contact es un hecho: esta simulación “produce una Vía Láctea vacía el 21,45% de las veces: un resultado acorde con lo que observamos y sin paradoja [de Fermi] que explicar”, afirman los investigadores. Así, a la pregunta ¿dónde están? Sandberg, Drexler y Ord responden: “Probablemente muy lejos, quizá más allá del horizonte cosmológico, y siempre inalcanzables”.
Tegmark y la distribución log-normal
Por otro lado, el cosmólogo sueco-estadounidense Max Tegmark en su libro Our mathematical universe también analiza la hipótesis de la ‘pérdida de espacio’ de Sagan. Tegmark parte de que no hay ninguna razón para creer que dos civilizaciones inteligentes deban encontrarse a una determinada distancia, sino que es igualmente probable que estén separadas mil, un millón, un billón o un trillón de años-luz. La forma habitual de trabajar con semejante nivel de incertidumbre es usando lo que se llama una distribución log-normal.
Antes empezar nuestro cálculo hagamos tres suposiciones: (1) la colonización interestelar es tecnológicamente posible para una civilización un millón de años más avanzada que la nuestra; (2) que hay miles de millones de planetas habitables en la Vía Láctea, que se pueden haber formado miles de millones de años antes que la Tierra; y (3) que hay civilizaciones que pudiendo colonizar el espacio, escogen hacerlo. Teniendo esto en mente el cálculo de Tegmark nos dice que la distancia mínima a la cual encontraremos la civilización más cercana es mayor que el tamaño de nuestra galaxia. Y no solo eso, Tegmark riza el rizo al afirmar que tampoco es probable encontrar otra civilización en todo el universo observable, aquella parte del universo que podemos ver (recordemos que, debido a que el cosmos tiene una edad de 13 700 millones de años, solo podemos ver galaxias que se encuentren, grosso modo, a 13 700 millones de años luz, que son aquellas a cuya luz le haya dado tiempo a llegar hasta nosotros). ¿Qué implica todo esto? Para entender lo que viene a continuación no debemos olvidar que cualquier distancia es igualmente probable. ¿Cuántos ceros separan la distancia mínima calculada por Tegmark del tamaño del universo observable? Solo cuatro. ¿Y cuántos hay por encima? Infinitos. Luego hay más distancias posibles mayores que el tamaño de nuestro universo observable; de hecho, son infinitas. La conclusión de Tegmark es que lo más probable es que la distancia entre dos civilizaciones inteligentes sea mayor que el tamaño del universo observable. En definitiva, que lo más seguro es que estemos solos.
Tipler y Hart: colonización de la Galaxia
Ahora bien, todo este cálculo depende de que las tres suposiciones de Tegmark sean correctas. Si la segunda no es cierta -no hay casi planetas habitables- Tegmark tendría razón pero en otro sentido: si no hay planetas habitables, no hay civilizaciones. ¿Pero qué pasa con los otros dos? ¿Es posible que el viaje interestelar no sea viable? Realmente eso es improbable: con nuestro nivel tecnológico estamos mandando sondas a los confines del Sistema Solar por lo que una civilización avanzada podría hacer lo mismo por toda la Galaxia. ¿Cuánto tardaría en colonizarla? Ese cálculo lo hizo en 1983 el físico Frank J. Tipler y le salió unos 300 millones de años. Teniendo en cuenta que la Vía Láctea tiene una edad de 8 000 millones de años, resulta increíble que en todo ese tiempo ninguna de esas millones de civilizaciones que pueblan la Vía Láctea haya sido capaz de hacerlo. De ahí que Tipler concluyera que estamos solos.
El astrónomo Michael H. Hart también hizo su cálculo, que publicó en la revista Quarterly Journal of the Royal Astronomical Society: supongamos que empezamos a enviar de forma regular misiones a estrellas situadas a 20 años-luz de nosotros. Una vez instalada la colonia (puede ser humana o automática), ésta envía sus propias misiones. Sin pausa entre expediciones, la cantidad de tiempo necesario para recorrer toda la Galaxia a una velocidad razonable, la décima parte de la luz, es de 650 000 años. Seamos generosos y pensemos que hay un descanso entre misiones, de modo que el tiempo de expansión se dobla. Según Hart, la única manera de explicar por qué no vemos ninguna nave pululando por el Sistema Solar es admitir que todas las civilizaciones avanzadas de la Vía Láctea han aparecido hace menos de 2 millones de años: afirmar que todas se encuentran en el mismo momento de su historia tecnológica es inverosímil.
Hart: el argumento sociológico
Pero a lo mejor es la suposición (3) la falsa: quizá a los extraterrestres no les atrae eso de mandar naves por el espacio, o quizá sí vienen pero no se quieren dar a conocer por los motivos que sean. Para Hart estas contraexplicaciones sociológicas no tienen sentido, pues pecan del mismo problema: suponen que todas las razas extraterrestres, independientemente de su estructura biológica, psicológica, política o social, durante toda su historia, hacen siempre lo mismo. Supongamos que hace 600 000 años los habitantes de Vega III decidieron quedarse en casa y mirarse el ombligo. Eso no obliga a que mil años más tarde sigan igual o que 10 000 años más tarde continúen con la misma política. En la Tierra ya no las diferentes civilizaciones sino que los diferentes gobiernos cambian de criterio cada pocos años… Por supuesto podemos argumentar que hacerlo nosotros no implica que los extraterrestres lo hagan. Y es cierto, pero como contraargumenta Hart, no está diciendo que los ET deban actuar como nosotros, sino que es imposible que todas las posibles civilizaciones ET, a lo largo de toda su historia, actúen siempre al revés de como lo haríamos nosotros. Y como dice Tegmark “todo lo que se necesita es una civilización que decida colonizar abiertamente todo lo que pueda, y engullirá nuestra Galaxia y más allá”.
Mayr: el argumento evolutivo
Desde otro enfoque, el famoso biólogo Enrst Mayr pone su granito de arena a la ausencia de inteligencias extraterrestres. ¿Cuantas especies ha habido sobre la Tierra? Es difícil saberlo pero muchas más de los 8 millones de especies que existen en la actualidad. De todos esos millones, ¿cuántas han sido capaces de desarrollar tecnología? UNA. El argumento de la ‘pérdida de espacio’ se difumina.
Teniendo en cuenta todo esto Ernst Mayr se pregunta porqué todavía hay científicos que siguen empeñados en buscarlas. “Si miramos sus currículums descubrimos que son casi exclusivamente astrónomos, físicos e ingenieros. No se dan cuenta que el éxito de SETI no es cuestión de leyes físicas y capacidades ingenieriles sino de factores biológicos y sociológicos. Y los han dejado fuera de sus cálculos”. Para el historiador de la ciencia Steven Dick, los científicos han creado a los extraterrestres para llenar el vacío del espacio: son la proyección de la razón humana a una región que históricamente ha sido ocupada por seres sobrenaturales. Para el psicólogo Robert Plank siempre hemos tenido la compulsión emocional de poblar los cielos con seres vivos, y en cada momento histórico adaptamos estos seres a nuestra época. Porque una cosa es cierta: a pesar de todas las trampas científicas, los extraterrestres de los astrónomos de SETI son tan imaginarios como los espíritus y dioses de las religiones.
Un partido revolucionario, si en verdad está empeñado en hacer y dirigir la revolución no puede renunciar al legítimo derecho de ser o formar parte de la vanguardia histórica que en efecto haga y dirija la revolución socialista en nuestro país, es de hipócritas decir que se lucha sin aspirar a tomar el poder y mucho más aún si se pretende desarrollar lucha diciendo que no busca ser vanguardia cuando en los hechos se actúa en esa dirección.
Ver másEl pasado 20 de noviembre, los cielos de la Sierra Tarahumara, en Chihuahua, se convirtieron en escenario de un insólito …
En los últimos meses, México ha vuelto a ser escenario de avistamientos de ovnis, o Fenómenos Aéreos No Identificados (FANI), …
Desde los rincones más oscuros del internet hasta discusiones en bares y tertulias académicas, las teorías conspirativas han alimentado las …