
Precarización laboral en Flor y Canto y Traspatio: denuncias ciudadanas desmienten comunicados oficiales
Tras la publicación de denuncias sobre explotación y precarización laboral en los espacios culturales Flor y Canto y Traspatio en Morelia, las respuestas de las instituciones involucradas —incluida la Licenciatura en Estudios Sociales y Gestión Local de la UNAM— no han detenido la ola de críticas. Por el contrario, decenas de comentarios en redes sociales confirmaron que estos lugares acumulan quejas por prácticas laborales abusivas y experiencias negativas que van desde sueldos precarios hasta casos de acoso.
En su comunicado, El Traspatio defendió su trayectoria de una década como “refugio literario independiente” y rechazó categóricamente las acusaciones, calificándolas de “difamación y hostigamiento”. Sin embargo, esta respuesta fue vista como un intento de desviar la atención: en lugar de reconocer que se trata de un proyecto joven que no ha logrado —o no ha querido— garantizar derechos básicos a sus trabajadoras, se optó por deslegitimar las denuncias. Para muchas voces críticas, esa postura refleja una resistencia a asumir responsabilidades y a corregir prácticas que han sido señaladas repetidamente.
Según testimonios de las propias afectadas, ellas trataron de resolver los conflictos directamente con las dueñas de los espacios, pero se encontraron con negativas, evasivas y, en última instancia, despidos. Posteriormente, buscaron espacios de diálogo y mediación que fueron ignorados, al menos hasta la publicación de la nota periodística que encendió el debate en redes sociales. Curiosamente, fue justamente la visibilización pública la que generó la primera reacción oficial, evidenciando que sin presión mediática los reclamos habían sido sistemáticamente desatendidos.
Los comentarios en redes no tardaron en cuestionar esa estrategia. Una usuaria recordó que en una entrevista laboral hace dos años le ofrecieron “700 pesos semanales, sin contrato y sin seguro”. Otra señaló que espacios como Flor y Canto, Traspatio, Techani y Café Coronel comparten un patrón de explotación: no otorgan prestaciones, pagan por debajo del mínimo y normalizan jornadas extenuantes.
Las críticas también apuntaron directamente a la contradicción entre el discurso público y las condiciones reales de trabajo: “Que lamentable que Traspatio siga encubriendo su forma de explotación a sus trabajadores. (…) Ojalá que gracias a las denuncias ahora sí ya tengan bien asegurados a sus empleados”. En la misma línea, otra usuaria sentenció: “Para hablar de cuidado y ternura primero deberían de asegurarse de no explotar a sus trabajadoras, pagar el salario mínimo y darles seguro social. Su discurso es un adorno muy bonito (…) porque es lo único para lo que les sirve”.
Incluso se sumó un testimonio sobre discriminación: un autor relató que intentó en dos ocasiones proponer la presentación de su novela LGBT+ en uno de estos espacios, pero primero recibió evasivas y después fue ignorado.
La Licenciatura en Estudios Sociales y Gestión Local, por su parte, emitió un comunicado para deslindarse, informando la cancelación de su participación en la gira de la escritora chicana Cherrie Moraga, tras conocerse los conflictos con la organización local. Aunque no se pronuncia directamente sobre las denuncias laborales, reconoce la existencia de un problema que impacta en su comunidad académica.
De manera significativa, una de las presuntas afectadas también se sumó al debate, señalando: “Esperamos que ante otras denuncias sí tengan la capacidad de mostrar solidaridad”, cuestionando la incapacidad de diálogo mostrada por los espacios culturales al cancelar participaciones sin atender de fondo las acusaciones.
Las reacciones en redes evidencian que las denuncias de explotación laboral y violencia en Flor y Canto y Traspatio no son hechos aislados ni producto de difamación, sino un patrón que, según múltiples voces, se repite en cafeterías y foros independientes de Morelia bajo la fachada de discursos feministas, comunitarios o progresistas. Lo que queda en evidencia es que, en lugar de abrir un proceso autocrítico, los proyectos recurren a un discurso defensivo que ignora la raíz del problema: la falta de condiciones dignas para quienes sostienen esos espacios con su trabajo.









Un partido revolucionario, si en verdad está empeñado en hacer y dirigir la revolución no puede renunciar al legítimo derecho de ser o formar parte de la vanguardia histórica que en efecto haga y dirija la revolución socialista en nuestro país, es de hipócritas decir que se lucha sin aspirar a tomar el poder y mucho más aún si se pretende desarrollar lucha diciendo que no busca ser vanguardia cuando en los hechos se actúa en esa dirección.
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