
Programas sociales: el modelo humanista, sello de la 4T
Por Andrea Serna Hernández
México vive un cambio tangible. Hace algunos días, la presidenta Claudia Sheinbaum presentó cifras que no admiten debate ideológico: la pobreza en el país registra una reducción histórica. Datos recientes del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), muestran que, entre 2018 y 2024, 13.4 millones de personas salieron de la línea de pobreza, pasando de 51.9 millones a 38.5 millones. No se trata de un discurso; es la evidencia de un modelo de gobierno que coloca a las personas en el centro de la política pública.
Michoacán es un ejemplo vivo de esta transformación. Entre 2016 y 2024, la pobreza pasó del 54.2% al 34.3%, una disminución de casi 20 puntos porcentuales. Solo en los últimos dos años, de 2022 a 2024, 368 mil 897 personas dejaron de vivir en condiciones de pobreza. Son cifras que reflejan un cambio profundo, sostenido y, sobre todo, humano.
El éxito de esta política no se explica por caridad ni asistencialismo. Se trata de garantizar derechos, dignidad y justicia social. Programas del Bienestar como el apoyo a Mujeres con Cáncer de Mama y/o Cervicouterino (2 mil 616 beneficiarias), Familias Cuidadoras de Niñas y Niños con Cáncer (717 familias), pensiones para Personas con Discapacidad Total y Permanente (13 mil 493 personas beneficiarias) y los Centros de Integración para el Bienestar y la Armonía Social (Ceibas), que atendieron a 169 mil 364 personas a través de mil 918 talleres, son ejemplos concretos de cómo la política pública puede transformar vidas de sectores históricamente vulnerados.
La diferencia con gobiernos anteriores es evidente. Antes, el pueblo era visto como objeto de manipulación: despensas con frijoles con gorgojo a cambio de votos, corrupción sistemática y saqueo de los recursos públicos. Hoy, los programas sociales se implementan con transparencia, eficiencia y respeto a la ciudadanía. No son dádivas; son derechos garantizados.
El modelo humanista de la 4T no solo redistribuye recursos; dignifica vidas y construye equidad. En Michoacán, un estado marcado por la desigualdad, esta transformación ha significado esperanza, certeza de derechos y oportunidades reales para quienes más lo necesitan.
La evidencia es clara: un gobierno de izquierda, comprometido con la justicia social, puede cambiar la realidad de millones de personas. La pobreza y la desigualdad no son inevitables; son producto de decisiones políticas. Con la Cuarta Transformación, México y Michoacán demuestran que otro modelo es posible: uno donde la política sirve a las personas, no a los privilegios, y donde el bienestar social deja de ser una promesa para convertirse en una realidad tangible.

Un partido revolucionario, si en verdad está empeñado en hacer y dirigir la revolución no puede renunciar al legítimo derecho de ser o formar parte de la vanguardia histórica que en efecto haga y dirija la revolución socialista en nuestro país, es de hipócritas decir que se lucha sin aspirar a tomar el poder y mucho más aún si se pretende desarrollar lucha diciendo que no busca ser vanguardia cuando en los hechos se actúa en esa dirección.
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