¿Puede el Cine Seguir Siendo Arte en la Era del Algoritmo?

Durante más de un siglo, el cine ha sido una de las expresiones artísticas más influyentes del mundo moderno. Desde los experimentos visuales de Georges Méliès hasta las complejas estructuras narrativas de Christopher Nolan, el séptimo arte ha evolucionado con cada generación, desafiando los límites de la técnica, la emoción y la imaginación. Sin embargo, hoy más que nunca, surge una pregunta incómoda: ¿puede el cine seguir siendo arte en una industria cada vez más dominada por algoritmos, franquicias y métricas?

En un contexto donde las plataformas de streaming moldean contenidos en función de los datos de consumo, el riesgo y la experimentación parecen haberse vuelto lujos. Las historias originales ceden terreno ante secuelas, remakes y fórmulas probadas. Grandes estudios invierten millones en productos diseñados para maximizar la retención de usuarios y generar universos cinematográficos interminables, dejando poco espacio para las películas que desafían o incomodan.

La tensión entre el arte y la rentabilidad no es nueva. Desde los tiempos dorados de Hollywood, los estudios han buscado el equilibrio entre la visión del autor y las demandas del mercado. Pero lo que cambia hoy es la escala y la precisión con la que los algoritmos pueden predecir comportamientos, lo que ha convertido al espectador en un cúmulo de datos más que en un interlocutor cultural.

A pesar de este panorama, el cine no ha perdido del todo su alma. Directores como Paul Thomas Anderson, Céline Sciamma, Apichatpong Weerasethakul o Ryūsuke Hamaguchi demuestran que todavía es posible hacer obras profundamente personales y artísticas en medio de una maquinaria industrial. Incluso algunos cineastas dentro de las grandes franquicias intentan dejar su huella autoral, como Denis Villeneuve con Dune o Greta Gerwig con Barbie, aunque no siempre con libertad absoluta.

El público también juega un papel decisivo. El consumo pasivo alimenta la repetición; la exigencia activa abre brechas para la diversidad. Ir más allá de los rankings de tendencias, pagar una entrada para una película independiente o recomendar un título fuera del algoritmo son actos que, aunque mínimos, sostienen otra forma de entender el cine.

La pregunta, entonces, no es solo si el cine puede seguir siendo arte, sino si nosotros, como sociedad, seguimos dispuestos a defenderlo como tal. En un mundo saturado de imágenes y estímulos, tal vez la verdadera resistencia esté en mirar de forma diferente, en volver a sorprendernos, en permitir que una película nos incomode, nos cuestione o simplemente nos haga sentir sin explicaciones.

Porque si el cine sigue siendo arte, es gracias a quienes lo ven con los ojos bien abiertos.

admin

Un partido revolucionario, si en verdad está empeñado en hacer y dirigir la revolución no puede renunciar al legítimo derecho de ser o formar parte de la vanguardia histórica que en efecto haga y dirija la revolución socialista en nuestro país, es de hipócritas decir que se lucha sin aspirar a tomar el poder y mucho más aún si se pretende desarrollar lucha diciendo que no busca ser vanguardia cuando en los hechos se actúa en esa dirección.

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