¿Se avecina un choque directo entre Irán e Israel? ¿Solo es cuestión de tiempo?
Después del ataque aéreo ejecutado por Israel el pasado 1 de abril contra el complejo de la misión diplomática de Irán en Damasco, la capital siria, el cual resultó en la trágica muerte de al menos 16 personas, incluidos dos altos comandantes y cinco militares iraníes, las relaciones entre la República Islámica e Israel están en un punto crítico que, según algunos actores internacionales, como EE.UU., podría desencadenar incluso en un enfrentamiento directo entre ambas naciones.
Las amenazas emitidas por Teherán hacia Israel, prometiendo una respuesta contundente y asegurando que sufrirá graves consecuencias por su agresión en Siria, han provocado el cierre de casi 30 embajadas israelíes alrededor del mundo. Mientras tanto, las fuerzas estadounidenses e israelíes se mantienen en alerta máxima. Por su parte, el canciller israelí, Israel Katz, ha advertido a las autoridades iraníes que Tel Aviv responderá con ataques directos contra objetivos en Irán si este país lleva a cabo una agresión directa contra Israel.
A pesar de que las advertencias de posibles ataques contra Irán son parte de la retórica tradicional de Israel, en esta ocasión el tono agresivo de las declaraciones ha aumentado considerablemente. Algunos analistas consideran que Israel está buscando provocar un conflicto en la Franja de Gaza para implicar a EE.UU. de manera más activa en el conflicto. Sin embargo, Irán, hasta el momento, ha evitado un enfrentamiento directo, buscando una estrategia de moderación para evitar consecuencias desastrosas, tanto para su economía como para la región en general.
A pesar de las tensiones actuales, los expertos advierten sobre las posibles repercusiones devastadoras de un conflicto directo entre Irán e Israel, involucrando a todos los países vecinos de la región y desencadenando una crisis de consecuencias impredecibles. En medio de esta situación volátil, la comunidad internacional observa con atención, esperando que se encuentre una solución diplomática para evitar una escalada aún mayor de las tensiones en la región.
Un partido revolucionario, si en verdad está empeñado en hacer y dirigir la revolución no puede renunciar al legítimo derecho de ser o formar parte de la vanguardia histórica que en efecto haga y dirija la revolución socialista en nuestro país, es de hipócritas decir que se lucha sin aspirar a tomar el poder y mucho más aún si se pretende desarrollar lucha diciendo que no busca ser vanguardia cuando en los hechos se actúa en esa dirección.
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