
Torchlight II: el RPG que demostró que la industria independiente también puede hacer historia
En 2012, mientras el mercado de los videojuegos estaba dominado por grandes franquicias como Diablo, Call of Duty o Assassin’s Creed, un pequeño estudio independiente, Runic Games, lanzó Torchlight II, un RPG de acción que no sólo conquistó a los fans del género, sino que se convirtió en un ejemplo de cómo la creatividad y el talento pueden rivalizar con los gigantes de la industria.
Torchlight II fue, en muchos sentidos, una respuesta directa a la decepción que muchos jugadores sintieron con Diablo III. Con un sistema de combate dinámico, clases variadas, un estilo artístico vibrante y una historia más extensa y cooperativa que su predecesor, este título ofreció una experiencia clásica pero fresca, sin depender de mecanismos de monetización abusivos.
El juego fue desarrollado por antiguos trabajadores de Blizzard North, creadores del legendario Diablo II, que decidieron separarse para retomar la esencia del género: diversión inmediata, personalización profunda y acción sin interrupciones.
Uno de los elementos más celebrados de Torchlight II fue su enfoque en el jugador: sin conexión obligatoria a internet, sin microtransacciones, con soporte completo para mods y, sobre todo, con un precio accesible. En una industria cada vez más centrada en el lucro y el control de las grandes corporaciones, Torchlight II representó un respiro para una comunidad que añoraba la libertad de jugar a su ritmo.
Con más de 3 millones de copias vendidas, Torchlight II demostró que los estudios independientes pueden competir de tú a tú con las grandes empresas cuando se enfocan en ofrecer experiencias significativas y respetuosas con la comunidad.
Hoy, a más de una década de su lanzamiento, Torchlight II sigue siendo una joya del RPG de acción y un recordatorio de que la innovación no siempre nace de los presupuestos millonarios, sino del compromiso con una visión y con los jugadores.

Un partido revolucionario, si en verdad está empeñado en hacer y dirigir la revolución no puede renunciar al legítimo derecho de ser o formar parte de la vanguardia histórica que en efecto haga y dirija la revolución socialista en nuestro país, es de hipócritas decir que se lucha sin aspirar a tomar el poder y mucho más aún si se pretende desarrollar lucha diciendo que no busca ser vanguardia cuando en los hechos se actúa en esa dirección.
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