
TOY STORY: LA REVOLUCIÓN DIGITAL QUE CAMBIÓ EL CINE PARA SIEMPRE
Cuando Toy Story se estrenó el 22 de noviembre de 1995, el público no sólo se enfrentó a una nueva historia animada sobre juguetes que cobran vida. Presenció un parteaguas en la historia del cine: la primera película completamente animada en 3D por computadora, un logro técnico y narrativo que marcó el inicio de una nueva era en la industria cinematográfica.
Pixar y la apuesta arriesgada
Antes de que Toy Story se convirtiera en un clásico, Pixar era una compañía emergente, conocida principalmente por cortometrajes experimentales. Bajo la dirección de John Lasseter y con el respaldo financiero de Steve Jobs y un acuerdo de distribución con Disney, el estudio apostó por lo impensable: crear un largometraje sin usar técnicas tradicionales de animación, solo gráficos generados por computadora (CGI).
El resultado fue impresionante. Toy Story no sólo se veía como nada que el público hubiera visto antes, sino que además tenía alma. Los personajes como Woody, Buzz Lightyear, Rex y Mr. Potato Head no eran meros ejercicios de animación digital, sino figuras con profundidad emocional, humor e historias personales que conectaron con niños y adultos por igual.
Un logro técnico sin precedentes
Con más de 800,000 fotogramas digitales renderizados y aproximadamente 114,000 cuadros generados por computadora, Toy Story tardó años en completarse. Cada segundo de animación representaba horas de procesamiento, algo que hoy puede parecer trivial, pero que en 1995 era una proeza. El uso de algoritmos para simular la física, el movimiento de telas y luces fue pionero.
Además, el guion fue otro de sus grandes aciertos: no se conformó con ser una película infantil. Incorporó capas de lectura sobre la obsolescencia, la amistad, la envidia y el crecimiento. Todo envuelto en una comedia familiar ágil, accesible y profunda.
Un éxito sin precedentes
Toy Story recaudó más de 370 millones de dólares en todo el mundo, convirtiéndose en un fenómeno cultural. Fue nominada a tres premios Óscar (mejor guion original, mejor canción original y mejor banda sonora), y aunque no ganó, el impacto fue tal que la Academia otorgó un reconocimiento especial a John Lasseter por su trabajo pionero.
El filme no sólo consolidó a Pixar como un referente mundial, sino que abrió la puerta para una avalancha de películas animadas en CGI. Sin Toy Story, probablemente no existirían sagas como Shrek, Frozen, Buscando a Nemo o Coco tal como las conocemos.
Más que una película: un legado
Hoy, a casi 30 años de su estreno, Toy Story sigue siendo objeto de estudio en escuelas de cine y animación. Su legado no se limita a lo técnico: enseñó que las emociones pueden transmitirse con polígonos y texturas si hay una buena historia detrás. Fue, en definitiva, la demostración de que el cine de animación en 3D no era el futuro: ya era el presente.
En una época donde la nostalgia y la tecnología van de la mano, Toy Story nos recuerda que incluso los avances más revolucionarios necesitan corazón para perdurar. Y vaya que lo logró.

Un partido revolucionario, si en verdad está empeñado en hacer y dirigir la revolución no puede renunciar al legítimo derecho de ser o formar parte de la vanguardia histórica que en efecto haga y dirija la revolución socialista en nuestro país, es de hipócritas decir que se lucha sin aspirar a tomar el poder y mucho más aún si se pretende desarrollar lucha diciendo que no busca ser vanguardia cuando en los hechos se actúa en esa dirección.
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