“Cosechas lo que siembras”: la creciente indiferencia —o incluso alegría— por los ataques contra Israel

Contexto global y reacción pública

En los últimos meses, una parte significativa de la opinión pública mundial ha dejado de ver a Israel como una víctima indefensa y ha comenzado a considerar cualquier ofensiva contra su territorio como una suerte de “justicia poética”, fruto de lo que muchos denominan “cosechas lo que siembras”. Gran parte de este sentir se basa en las imágenes diarias desde Gaza: bombardeos masivos, bloqueos indiscriminados y un elevado número de civiles afectados.

Una encuesta de YouGov en seis países de Europa occidental muestra que el 20 % o menos de la población mantiene una visión favorable de Israel —en Alemania (-44), Francia (-48), Reino Unido (-46) o España (-55) . En el Reino Unido, el 60 % considera que las acciones militares israelíes en Gaza “han ido demasiado lejos” y un 73 % aprueba un alto el fuego inmediato.

En Estados Unidos, el apoyo a Israel cayó a niveles no vistos en 25 años: solo el 46 % manifiesta simpatía por Israel, mientras un 33 % lo hace por Palestina. Entre demócratas, la calidez hacia Israel bajó a 41/100, y entre independientes, a solo 29.

Del “casi apoyo” al evidente rechazo

Una encuesta de Pew revela que el 58 % de los israelíes cree que su país no es respetado internacionalmente. Esto refleja que incluso dentro de Israel se percibe una reacción adversa o, cuando menos, distante desde el exterior.

En países del bloque occidental y del sur global, lo que antes era desaprobación se está convirtiendo en alivio o incluso celebración pasiva ante cualquier ataque a Israel, como ocurrió con la ofensiva iraní de abril de 2024. Aunque los gobiernos condenaron el hecho, las redes sociales y las manifestaciones en ciudades como Toronto, Nueva York o Estambul mostraron un sentir más cercano al castigo justo que al horror colectivo.

Aunque los gobiernos sigan condenando cualquier agresión—como Canadá o EE. UU. lo hicieron en abril—en el nivel ciudadano, se amplifica un sentimiento híbrido: de cansancio geopolítico, hartazgo moral y una especie de venganza simbólica, bajo la premisa “cosechas lo que siembras”.

No es antisemitismo: es rechazo al sionismo

Es importante distinguir: la indignación internacional no está dirigida al pueblo judío, sino al aparato estatal israelí y su ideología oficial —el sionismo— que ha derivado en políticas de apartheid, represión y limpieza étnica, denunciadas por organismos como Human Rights Watch y Amnistía Internacional.

De hecho, el pueblo judío ha sido una de las voces más críticas contra el Estado de Israel, tanto desde dentro como desde fuera. En Tel Aviv, Haifa y Jerusalén, miles de israelíes han marchado en protestas por el alto al fuego, exigiendo el fin del genocidio en Gaza. Estas manifestaciones han sido reprimidas violentamente por las fuerzas del Estado.

Organizaciones como Breaking the Silence, formada por exsoldados israelíes que denuncian los crímenes cometidos por las FDI, o B’Tselem, que documenta violaciones a los derechos humanos en los territorios ocupados, son testimonio de que el sionismo no representa a todos los judíos. Incluso en la diáspora, colectivos como Jewish Voice for Peace o Rabbis for Human Rights han llamado al fin del apoyo incondicional a Israel por parte de Occidente.

“El sionismo ha secuestrado nuestra identidad”, denunció hace poco Noam Sheizaf, periodista israelí crítico del régimen de Netanyahu. “Quien no está con el Estado es acusado de traidor, aunque hable en nombre de la ética judía más antigua: no matarás”.

Conclusión: el aislamiento es político, no cultural

Hoy, el apoyo institucional a Israel proviene principalmente de gobiernos aliados de Washington, pero no de los pueblos. Estos ven con creciente claridad la disparidad entre los discursos oficiales y la brutalidad en el terreno. Por eso, cuando Israel es blanco de ataques, la reacción no es de horror colectivo, sino de resignación… y a veces, de catarsis moral.

No se trata de apoyar a Irán, ni a Rusia, ni a ningún otro Estado. Se trata de entender que cuando un país siembra décadas de violencia, desprecio por el derecho internacional y sufrimiento civil, no puede esperar cosechar solidaridad.

Y cuando eso ocurre, no hay PR que alcance, ni discurso que salve: la indiferencia de los pueblos es el veredicto más brutal… y el más sincero.

admin

Un partido revolucionario, si en verdad está empeñado en hacer y dirigir la revolución no puede renunciar al legítimo derecho de ser o formar parte de la vanguardia histórica que en efecto haga y dirija la revolución socialista en nuestro país, es de hipócritas decir que se lucha sin aspirar a tomar el poder y mucho más aún si se pretende desarrollar lucha diciendo que no busca ser vanguardia cuando en los hechos se actúa en esa dirección.

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